Ambrosio
Tigrero Gonzabay es el último testigo vivo del rapto del dios de la fertilidad
y el amor.
Sentado junto a la ventana de su humilde vivienda en la comuna Sacachún,
a 50 kilómetros
de la autopista Guayaquil-Santa Elena, está don Ambrosio Tigrero Gonzabay, de
86 años. Con su mente un poco gastada recuerda el día que raptaron a San
Biritute, un monolito denominado como el dios de la fertilidad y el amor.
Su nieto Juan García Tigrero, explica que Don Ambrosio formó parte del
grupo que cuidaba a San Biritute. “Mi abuelito conoce muy bien la historia
porque él la vivió en carne propia”.
Asimismo su hija Antonia, detalla que su padre siempre ha contado la
historia, pues todos en el pueblo lo conocen por aquello. “Mi papá es tan
conocido por esta leyenda que muchos turistas y visitantes lo buscan para
escucharlo”.
Don Ambrosio, cuenta que cuando tenía 22 años de edad, un 30 de
septiembre de 1949, el pueblo celebraba las fiestas de San Jerónimo. En pleno
festejo, lleno de algarabía y gozo la comuna recibió la desagradable visita de
militares provenientes de la ciudad de Guayaquil, que arribaron con el
objetivo de llevarse el monolito.
“Ellos dijeron que se lo llevarían a un museo para que esté mejor
cuidado, pues constituía una pieza arqueológica valiosa, pero nunca
entendimos por qué, ya que en la comuna estaba muy bien tratado”, expresa
Tigrero.
Toda la gente del lugar se preocupó al no saber con exactitud a
dónde se llevarían a su más preciado tesoro, puesto que la escultura -según sus
creencias- poseía el don de hacer llover y, por lo tanto, obtener buenos
sembríos en el sector, cuyas tierras anteriormente eran infértiles.
Los comuneros dejaron la fiesta y trataron de pelear para evitar que se
llevaran la escultura, pero su esfuerzo fue imposible. No obstante a su
requerimiento por saber dónde se llevarían a San Biritute, Ambrosio detalla que
los militares ofrecieron llevar a Guayaquil a dos personas del pueblo para que
vieran dónde reposaría el monolito.
“Apenas comentaron que llevarían a dos personas mi padre me dijo que
vaya. Yo le dije que no porque estaba bebiendo con unos amigos, pero me molestó
tanto que decidí ir”, explica.
Ambrosio, junto a su amigo Anastasio Ramírez, quien ya falleció hace 3
años, no se hizo de rogar más y partieron con los militares en un camión para
ser testigos de la salida de San Biritute. “Nos fuimos los dos porque éramos
las personas en quienes más confiaba el pueblo”, enfatiza.
El camino era largo y dificultoso. Lleno de rocas y sin alumbrado
público, Ambrosio y Anastasio iban junto al dios de la fertilidad y los
militares camino a la calle principal para dirigirse luego a Guayaquil.
Pero en medio de la carretera angosta y difícil de transitar, el camión
paró la marcha para dejar botados en media vía a los dos comuneros.
“Nos dijeron que nos bajáramos, nos tiraron al piso y ahí nos dejaron
botados. Ellos se fueron a toda velocidad llevándose a San Biritute sin nuestro
consentimiento”, asevera Ambrosio.
Fue así como los comuneros declararon a la salida del monolito como un
rapto, pues con mentiras y engaños despojaron de su pueblo a la escultura que
ellos adoraban.
Ambrosio y su amigo quedaron en medio de la oscuridad, sin comida y sin
dinero. Tuvieron que llegar a su comuna a pie, debido que por el sector no
había buses. “Fue un mal momento, nos dejaron botados, sin nada, lo único que
nos quedó es llegar a casa por nuestros medios y contarles a nuestras familias
lo que nos había pasado”, dice.
Desde esa fecha el pueblo de Sacachún entró en miseria. No llovía, los
animales se morían y las plantas no daban fruto. Era un pueblo totalmente
abandonado, manifiesta.
Asimismo, cuenta que no volvieron a saber más de San Biritute hasta que
supieron que se encontraba en un museo de Guayaquil. Fue en aquel momento
cuando los comuneros se unieron e iniciaron los reclamos y el pedido de ayuda
para que el dios de la fertilidad regresara a su natal comuna.
Tuvieron que pasar 62 años para que el monolito retornara al pueblo,
luego de que el Ministerio Coordinador de Patrimonio ejecutara la resolución de
su devolución.
“Lo mejor que pudo haber pasado en Sacachún es que San Biritute haya
regresado, ya que después de ello volvió a llover. El comercio y la economía
mejoraron”, puntualiza Ambrosio.
Creencias sobre el dios de la fertilidad
San Biritute proviene de la palabra en latín Virtutis, que significa
masculinidad, y es una figura que mide 2,35 metros de alto.
Según Tigrero, el monolito era capaz de dar hijos a las parejas que no podían
hacerlo; para ello la mujer tenía que sobarse desnuda a las 00:00, para luego
ir a tener relaciones con su esposo. “Esa era la única manera en la que San
Biritute cumplía el milagro”, manifiesta.
Y para que hiciera llover, el monolito era castigado con varios
correazos por parte de los comuneros que le pedían el fortalecimiento de sus
sembríos.
San Biritute fue hallado por los comuneros de Sacachún en el cerro Las
Negras, ubicado en el mismo sector. No se sabe con exactitud en qué año.
Por: Cinthia Herrera