“Mi mamá siempre decía que
no nací en cuna de oro y que tengo que trabajar como ella para comer, sino nos
moriríamos de hambre”.
“Siento como si ya tuviera
30 años y solo tengo 16, si quisiera que mi vida cambie pero no hay apoyo, hay
muchos que trabajamos en la calle, no
nos pueden sacar a todos”.
“Cuando empecé a trabajar
si estudiaba, pero ya después se me hizo más difícil, llevo 3 años sin
estudiar, no sé si lo volveré a hacer”.
Estos son algunos de los
testimonios de la realidad que viven miles de jóvenes y niños ecuatorianos que
han tenido que dejar de lado su etapa para realizar un brinco radical que de un
momento a otro los traslada a la realidad de un adulto.
Según las cifras que
maneja el Instituto Ecuatoriano de Estadísticas
y Censos (INEC), en el país existen
359.597 niños, niñas y adolescentes comprendidos entre 5 a 17 años, que trabajan. El 34.72% no
asisten a la escuela, mientras que el 56% que trabajan, realizan
actividades consideradas peligrosas por atentar contra su salud, como
exposición a polvo, gases, frío o calor intenso y exceso de ruido, entre
otros.
El Ministro
de Relaciones Laborales, Francisco Vacas, en distintas declaraciones a la
ciudadanía ha mencionado que en Ecuador está totalmente prohibido el trabajo de
menores de 15 años. Agrega que se lo permite en adolescentes entre 15 y 17 años
con ciertas restricciones en función del sector y actividad. En otro ámbito
el 60,4 % de menores que trabajan dijeron que lo hacen para ayudar a su hogar.
Cecilia Valdivieso,
trabajadora Social del MIES indica que “estas cifras revelan que hay una
violación agresiva de los derechos de los niños. El hecho de cambiar cajones de
betún por libros, supone una limitación drástica en su porvenir, probablemente
ese niño nunca pueda hallar la estabilidad en ningún aspecto de su vida”.
Susana Quimí, madre de un
menor trabajador, confiesa que hace lo posible para que su hijo siga yendo a la
escuela, pero no considera la idea de que él deje de trabajar. “Por ser niño,
la gente siente pena y le compra más, yo me ayudo con otros trabajitos, pero
soy madre soltera, no puedo sola”.
Esta realidad es parte del
paisaje diario de las calles y avenidas guayaquileñas. Ver subir a los buses a
niños para vender caramelos, chicles, entre otros, es algo tan normal que ya la
gente no se inmuta ni se pregunta por qué ese niño no está en un aula de
clases.
En el Ecuador se realizan
varios esfuerzos para hacerle frente a esta problemática, como la campaña “Da
Dignidad por un Ecuador sin Mendicidad”, que promueve eliminar la indigencia
infantil durante la época navideña. Este programa tiene como fin una reflexión
ciudadana para no entregar caridad a los niños, sino más bien donar artículos y
productos en 35 puntos específicos destinados por el Ministerio de Inclusión,
que serán entregados a las comunidades identificadas como promotoras de estas
prácticas.
Existen otros programas
como el de la Fundación Telefónica Movistar, institución que
trabaja en la erradicación del trabajo infantil a través del programa Proniño, o el proyecto de la Fundación Patronato San José ubicado
en Quito.
Por: Brigitte Contreras
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