viernes, 20 de diciembre de 2013

La calle en lugar de las aulas


“Mi mamá siempre decía que no nací en cuna de oro y que tengo que trabajar como ella para comer, sino nos moriríamos de hambre”.
“Siento como si ya tuviera 30 años y solo tengo 16, si quisiera que mi vida cambie pero no hay apoyo, hay muchos que  trabajamos en la calle, no nos pueden sacar a todos”.
“Cuando empecé a trabajar si estudiaba, pero ya después se me hizo más difícil, llevo 3 años sin estudiar, no sé si lo volveré a hacer”.

Estos son algunos de los testimonios de la realidad que viven miles de jóvenes y niños ecuatorianos que han tenido que dejar de lado su etapa para realizar un brinco radical que de un momento a otro los traslada a la realidad de un adulto.

Según las cifras que maneja el Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC), en el país existen 359.597 niños, niñas y adolescentes comprendidos entre 5 a 17 años, que trabajan. El 34.72% no asisten a la escuela, mientras que el 56% que trabajan, realizan actividades consideradas peligrosas por atentar contra su salud, como exposición a polvo, gases, frío o calor intenso y exceso de ruido, entre otros. 

El Ministro de Relaciones Laborales, Francisco Vacas, en distintas declaraciones a la ciudadanía ha mencionado que en Ecuador está totalmente prohibido el trabajo de menores de 15 años. Agrega que se lo permite en adolescentes entre 15 y 17 años con ciertas restricciones en función del sector y actividad. En otro ámbito el 60,4 % de menores que trabajan dijeron que lo hacen para ayudar a su hogar.

Cecilia Valdivieso, trabajadora Social del MIES indica que “estas cifras revelan que hay una violación agresiva de los derechos de los niños. El hecho de cambiar cajones de betún por libros, supone una limitación drástica en su porvenir, probablemente ese niño nunca pueda hallar la estabilidad en ningún aspecto de su vida”.

Susana Quimí, madre de un menor trabajador, confiesa que hace lo posible para que su hijo siga yendo a la escuela, pero no considera la idea de que él deje de trabajar. “Por ser niño, la gente siente pena y le compra más, yo me ayudo con otros trabajitos, pero soy madre soltera, no puedo sola”.

Esta realidad es parte del paisaje diario de las calles y avenidas guayaquileñas. Ver subir a los buses a niños para vender caramelos, chicles, entre otros, es algo tan normal que ya la gente no se inmuta ni se pregunta por qué ese niño no está en un aula de clases.

En el Ecuador se realizan varios esfuerzos para hacerle frente a esta problemática, como la campaña “Da Dignidad por un Ecuador sin Mendicidad”, que promueve eliminar la indigencia infantil durante la época navideña. Este programa tiene como fin una reflexión ciudadana para no entregar caridad a los niños, sino más bien donar artículos y productos en 35 puntos específicos destinados por el Ministerio de Inclusión, que serán entregados a las comunidades identificadas como promotoras de estas prácticas.

Existen otros programas como el de la Fundación Telefónica Movistar, institución que trabaja en la erradicación del trabajo infantil a través del programa Proniño, o el proyecto de la Fundación Patronato San José ubicado en Quito.



Por: Brigitte Contreras


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